Economia de lo insólito
(Valentin devolveme el libro)
De Francisco Sanches en El economista online
Si se le preguntara a la gente su opinión sobre la economía, las respuestas no serían entusiastas. es comprensible: la mayor parte del contacto cotidiano con los economistas pasa por la decodificación del ministro de Economía de turno y la búsqueda (a veces desesperada) de cursos de acción frente a los problemas macroeconómicos usuales como inflación, desempleo, ahorro, etc. Muchas personas se sorprenderían al saber que la ciencia económica se ocupa de un aspecto de la
conducta humana que rivaliza en importancia con cualquier otro. Y que un número creciente de economistas se encuentran empeñados en explicar cada vez más otros aspectos del comportamiento (incluyendo el sexual) desde la mirada del economista.
conducta humana que rivaliza en importancia con cualquier otro. Y que un número creciente de economistas se encuentran empeñados en explicar cada vez más otros aspectos del comportamiento (incluyendo el sexual) desde la mirada del economista.En La economía de lo insólito, el periodista y economista Sebastián Campanario se ocupa justamente de las fronteras en movimiento constante de la ciencia económica. Campanario de esta forma busca divultar estos conceptos.
El libro empieza contando una de las grandes divisorias de aguas entre economistas: la postura frente al problema de la racionalidad de las empresas y las personas. La corriente principal en economía parte de un principio que hoy se denomina racionalidad ilimitada: la gente entiende el mundo que lo rodea y puede actuar en consecuencia tomando las decisiones correctas. La gente común tiene derecho a enojarse con tamañoo supuesto a la luz de la cantidad de problemas económicos (y los problemas sociales derivados) que a veces hacen pensar que todo tiempo pasado fue mejor.
Campanario contrasta esta visión con aquellas que propone la “economía del comportamiento”, una rama que a veces parece tener más de psicología que de economía. Estos economistas piensan que en muchas circunstancias los seres humanos pueden ser “muy neuróticos, egocéntricos y malos planificadores”. Es que las decisiones económicas no siempre son sencillas: es fácil comprarse un paquete de galletitas pero difícil comprarse un auto. Cuando las decisiones involucran una parte importante de nuestro ingreso o, más aun, de nuestra riqueza, la tranquilidad en el sueño nocturno puede quedar comprometida.
Esta rama de la economía surgío a partir del descubrimiento de una serie de anomalías en el comportamiento que no podían ser racionalizadas fácilmente por la economía neoclásica. Una anomalía es el “exceso de confianza en uno mismo” que puede dar lugar a que “la gente le de mayor importancia a aquellos datos que confirman lo que ya pensaban previamente e ignoren aquella nueva información que contradice sus creencias anteriores”. No vaya a creerse que estas anomalías sólo dan lugar a “errores triviales”; también pueden terminar en desastres macroeconómicos. Por ejemplo, el exceso de confianza puede dar lugar a la persistencia en el error financiero. Si sabremos los argentinos de burbujas financieras o de tipos de cambio sistemáticamente sobrevaluados. [...]
La economía de lo insólito es un libro que se ocupa de ramas novedosas de la economía cuya relevancia para el diseño de políticas es un asunto en desarrollo pero de indudable valor analítico. En su búsqueda de lo insólito, Campanario encuentra contribuciones valiosas pero, también, se encuentra con economistas a la búsqueda (a veces desesperada) de un tema al cual aplicar un modelo. Si alguna crítica puede hacerse al libro es que no discrimina lo suficiente entre las contribuciones más duraderas de aquellas más oportunistas. Aunque, hay que reconocerle, es difícil saber a esta altura cuáles de estas ideas o aplicaciones llegaron para quedarse. Pero esto no hace al recorrido menos divertido o menos valedero. Por el contrario, el viaje por lo insólito lleva de la mano al lector por un camino de ideas nuevas u olvidadas, sugerentes y, sobre todo, que van a desafiar la manera usual en la que mira al mundo económico... y a los economistas. Todo un logro sin duda.
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